Durante la II Guerra Mundial, en los países imperialistas, se produjo el ingreso masivo de las mujeres a la producción social y esto tuvo un enorme impacto. Miles de mujeres ingresaron a fábricas, bancos, oficinas, ante la ausencia de hombres que iban como soldados al frente. Lo que al principio fue una necesidad de los patrones tuvo una serie de consecuencias, de “efectos no deseados” por el capitalismo, como el fermento de una oleada de lucha feminista a nivel mundial.
Espantadas, las clases dominantes respondieron con una ofensiva económica (despidos, rebajas salariales, premios para las que se iban) e ideológica monumental para que “volvieran al hogar”.
¿A qué se debe que el capitalismo en todas partes (y las iglesias, en todas sus variantes), pelee tan encarnizadamente por la permanencia de la “familia tipo” (tipo patriarcal) y por mantener a la mujer en el hogar?
Por un lado, el capitalismo sostiene la familia (patriarcal) porque le significa un inmenso ahorro de gastos (podríamos decir que, indirectamente, una enorme ganancia): el servicio de cuidado, alimentación, educación, contención, esparcimiento, es realizado en forma gratuita por la mujer en el hogar.
Por otro lado, fragmenta en unidades individuales, con intereses individuales y en competencia, la lucha por condiciones dignas de existencia de cada trabajador y trabajadora. No es vivienda para todos, servicios, salud, educación para todos, sino que cada familia debe resolver (como pueda) el problema de “su salud”, “su vivienda”, “su educación” en forma aislada.
En tercer lugar, mantiene a la mitad de la humanidad alienada, excluida de la producción de riqueza material de la sociedad, y a la mujer dependiente económicamente del marido dedicada al servicio privado de la familia (e indirectamente en beneficio del patrón). La dependencia económica se transforma en un grillete en los tobillos de las mujeres.
Es por esto que la lucha de las mujeres por ingresar al trabajo fue y es tan importante. Es parte de la lucha por salir al mundo, por salir de los estrechos márgenes del hogar y la familia, por conquistar independencia económica, condición de posibilidad de la independencia de las mujeres.
Las mujeres hemos logrado, aunque parcialmente y en forma desigual el ingreso al “mercado laboral”. Las mujeres burguesas, y en alguna medida las mujeres que asumen profesiones liberales, han “disfrutado” este contenido emancipador. Pero son unas pocas… Para la mayoría, salir de la casa a trabajar significa sufrir en el cuerpo jornadas interminables de superexplotación: los peores puestos, los más bajos salarios, tendinitis, várices, depresión. Los patrones supieron sacar tajada usando el trabajo femenino para obtener más ganancias, y para bajar el salario en general.
Al salir de la casa y trabajar las mujeres enfrentamos una realidad de patrones, burócratas y gobiernos pero también nos encontramos con otras trabajadoras y trabajadores que dejan su vida para el enriquecimiento de un puñado de ricachones/ricachonas. Estos se ahorran el trabajo individual de la mujer en la casa y viven a costa de la totalidad del trabajo ajeno. Ni guarderías, lavaderos y comedores, ni salarios para sostenernos.
Por estas mismas razones, las socialistas planteamos históricamente la necesidad de acabar con la familia patriarcal burguesa, de acabar con la familia como unidad económica al servicio del ahorro de los capitalistas a costa de la opresión de las mujeres en el hogar. Para esto es necesario el ingreso pleno de las mujeres a la producción social. Pero no alcanza. Además es necesario que todas las tareas que hoy recaen en las espaldas de las mujeres en el hogar, sea socializado. Todo el trabajo de cuidado, atención, elaboración de comida, que bajo el capitalismo se resuelve en forma gratuita en la familia individual debe pasar a formar parte de la producción social.
Cuando las mujeres ingresamos al mercado de trabajo, también entramos en contacto con otras y otros que se rebelan: que luchan y hacen huelgas y piquetes. Que se levantan en todo el mundo contra los patrones y sus gobiernos, que para las mayorías sólo pueden ofrecer miseria e injusticias. Como lo hace el pueblo trabajador de Grecia. Por todo esto, Las Rojas luchamos por un movimiento de mujeres que luche en las calles por sus reivindicaciones y que se comprometa con las luchas de las y los trabajadores contra el capitalismo. Porque este sistema, basado en la ganancia de unos pocos a costa de la esclavitud en el trabajo y en la casa, lo único que tiene para ofrecer son nuevas cadenas. Para empezar a construir un mundo donde haya emancipación de las mujeres y se termine con la explotación, Las Rojas y Los Rojos planteamos que hay una solución: ¡Revolución!